martes, 16 de agosto de 2011

CARACTERÍSTICAS SOCIO–AFECTIVAS DEL ADULTO MAYOR

Para poder contextualizar la realidad global de la tercera edad, pudiendo anclar estos aspectos al enfoque que organizaremos para el abordaje del adulto mayor debemos tener en cuenta la realidad socio-afectiva en la que la mayoría de las personas que ingresan a esta etapa incurren, ya que sin dudas afecta tanto al estado de salud física, como psíquica, y por ende debe ser tenido en cuenta desde la mirada interdiciplinaria, donde el todo es más que la suma de las partes.
En este sentido tomaremos como guía el abordaje realizado por Pilar Point Geis (2006).

La jubilación
Las normas sociales, establecidas por la sociedad en su conjunto lo que nos responsabiliza a todos, establece que una persona se debe jubilar entre los 60-65 años. Este hecho cambia notablemente el entorno del adulto mayor tanto como sus condiciones socioeconómicas, es entonces que debemos estar atentos como equipo interdiciplinario a estos cambios de roles sociales que sufre el adulto mayor para influir positivamente sobre ellos y detectar situaciones riesgosas.
También es cierto que muchas veces este cambio de la responsabilidad social (es decir la jubilación) hace que el adulto mayor ya sin las responsabilidades del trabajo vuelque su energía hacia actividades relacionadas al cuidado de su salud. Por ende se puede potenciar y aprovechar la energía puesta en este campo para de manera profesional e interdiciplinariamente abordar a la persona obteniendo beneficios para el mismo que retroalimenten también al equipo de trabajo.
En este sentido Pilar Point Geis (2006), plantea “Hay que tener en cuenta que a partir de la jubilación se va a disponer de mucho tiempo libre y que será necesario saber ocuparlo con actividades formativas gratificantes físicas y psicológicamente”
La reacción a la jubilación varía de un sujeto a otro, dependiendo también de sus condiciones sociales. En el proceso de adaptación a esta nueva realidad Pilar Point Geis (2006) tomando como referencia a Harighuts distingue tres etapas:
  • Una etapa de dominio de la frustración y la ansiedad.
  • Una etapa de búsqueda del nuevo rol social.
  • Estabilización del nuevo rol encontrado.
En este proceso según esta autora los factores que más influyen son:
  • El estado de salud mental.
  • La autonomía económica.
  • Su integridad social.
  • La amplitud de intereses.

Aislamiento socio-familiar
En esta etapa de la vida se afronta nuevamente la soledad, ya que el núcleo familiar suele disolverse (síndrome del nido vacío) tanto como el núcleo laboral y social.
En el campo familiar este hecho en muchas ocasiones trae aparejado dos actitudes:
  • La utilización del estado salud-enfermedad para intentar reunir nuevamente el núcleo familiar en torno de esta realidad muchas veces magnificada o;
  • La readaptación a esta nueva realidad que produce un reacomodamiento de las piezas saludablemente dentro del sistema familiar.
Siguiendo con un aspecto importante de esta etapa de la vida que es la soledad (tanto familiar como social) la autora manifiesta “Uno de los problemas principales de la sociedad actual y especialmente de las personas mayores es la soledad. Esta cuando es mal llevada puede ser causa de multitud de enfermedades, y trastornos psíquicos”.
Por ende es importante ser consciente de este contexto en el cual abordamos al adulto mayor para entender mejor sus actitudes e incluso sus síntomas. Siendo un claro ejemplo de esto el concept de dolor total, es decir la influencias tanto somáticas, como psíquicas y afectivas dentro de la magnitud del dolor que se nos manifiesta, teniendo siempre presenta la característica subjetiva del mismo.

El tiempo libre
En nuestra sociedad actual existe una fuerte influencia negativa sobre el tiempo libre. Es decir durante las etapas anteriores de la vida se inculca socialmente la necesidad de estudiar, trabajar, mantenerse ocupado en actividades socialmente aceptadas para ser aceptado dentro de esta sociedad.
En este sentido tomado como referencia a esta autora no existe en español una palabra para designar este fenómeno social, cualitativo y cuantitativamente nuevo, que es el tiempo libre como actividad gratificante que repone de actividades rutinarias como las antes mencionadas. En este sentido se ha cargado de significados negativos y culposos al término ocio del latín “Otium” cuando en realidad debería entenderse al mismo como un espacio de tiempo para el desarrollo personal, donde las actividades placenteras predominen y permitan el conocimiento de otro ámbito de la vida.
Es en esta realidad social, que debemos entender ahora, que la persona en esta etapa de la vida pasa a tener mayor tiempo libre para no decir que todo su tiempo es prácticamente libre, es decir sin las responsabilidades y compromisos de las etapas anteriores.
Este aspecto es importante de abordar ya que una mala utilización del tiempo libre puede influir negativamente en los aspectos desarrollados en los párrafos anteriores.
Ahora si bien es cierto que las actividades del tiempo libre están muy condicionadas por la capacidad económica, la clase social a la que se pertenece, la cultura, la educación, los hábitos y la salud, es necesario guiar al adulto mayor para que teniendo en cuenta estos aspectos pueda aprovechar de este aspecto importante de esta etapa, para la promoción de la salud y la calidad de vida.



Envejecimiento y entrenamiento de la fuerza

El deterioro con la edad de la función muscular es uno de los principales factores que influyen en la disminución de la capacidad de vida independiente de las personas. El sistema neuromuscular en el hombre alcanza su plena madurez después de 20-30 años de desarrollo. Entre las décadas tercera y quinta, la manifestación máxima de la fuerza permanece estable o con reducciones poco significativas. Sin embargo, la mayoría de los autores señalan que al llegar a la frontera de los 60, comienza una etapa caracterizada por la reducción gradual de la fuerza máxima, que suele ser del orden del 30% al 40%. La disminución de la fuerza permanece constante hasta la octava década de vida, y a partir de esta edad se produce una mayor aceleración en la disminución. 
El proceso de envejecimiento estará asociado no sólo con la reducción de la fuerza máxima, sino también con la disminución en la capacidad del sistema neuromuscular para producir la fuerza explosiva. Esta disminución es incluso más drástica que la observada en la producción de fuerza máxima para el mismo grupo muscular y llega a ser aproximadamente de un 3.5% de pérdida al año, entre los 65 y 84 años. El deterioro de la fuerza y potencia muscular con la edad se produce esencialmente por una pérdida progresiva de masa muscular (sarcopenia) y/o pérdida selectiva, especialmente, de las fibras musculares tipo II, y/o con cambios en las características cualitativas del propio tejido muscular (e.g aumento del tejido grado y tejido conectivo). 
Además de la reducción de la masa muscular, los mecanismos involucrados en el proceso de la contracción muscular también se ven afectados con el envejecimiento, lo que contribuye sin duda a la pérdida de fuerza. Los efectos del entrenamiento de fuerza en personas de mediana y avanzada edad han sido estudiados con gran interés desde finales de los ochenta. 
Diversos estudios han mostrado que la realización de un entrenamiento sistemático de fuerza máxima se acompaña de incrementos significativos en la producción de fuerza, siempre y cuando la intensidad y duración del periodo de entrenamiento sean suficientes tanto en adultos jóvenes. Los incrementos de fuerza inducidos por el entrenamiento se asocian en las primeras semanas de entrenamiento principalmente a una adaptación en el sistema nervioso, ya sea por un aumento en la activación de la musculatura agonista o bien por cambios en los patrones de activación de la musculatura antagonista. Sin embargo, a partir de la semana 6-7 la hipertrofia muscular es un hecho evidente, aunque los cambios en los tipos de proteínas, tipos de fibras y síntesis de proteínas ocurran mucho antes.