martes, 16 de agosto de 2011

CARACTERÍSTICAS SOCIO–AFECTIVAS DEL ADULTO MAYOR

Para poder contextualizar la realidad global de la tercera edad, pudiendo anclar estos aspectos al enfoque que organizaremos para el abordaje del adulto mayor debemos tener en cuenta la realidad socio-afectiva en la que la mayoría de las personas que ingresan a esta etapa incurren, ya que sin dudas afecta tanto al estado de salud física, como psíquica, y por ende debe ser tenido en cuenta desde la mirada interdiciplinaria, donde el todo es más que la suma de las partes.
En este sentido tomaremos como guía el abordaje realizado por Pilar Point Geis (2006).

La jubilación
Las normas sociales, establecidas por la sociedad en su conjunto lo que nos responsabiliza a todos, establece que una persona se debe jubilar entre los 60-65 años. Este hecho cambia notablemente el entorno del adulto mayor tanto como sus condiciones socioeconómicas, es entonces que debemos estar atentos como equipo interdiciplinario a estos cambios de roles sociales que sufre el adulto mayor para influir positivamente sobre ellos y detectar situaciones riesgosas.
También es cierto que muchas veces este cambio de la responsabilidad social (es decir la jubilación) hace que el adulto mayor ya sin las responsabilidades del trabajo vuelque su energía hacia actividades relacionadas al cuidado de su salud. Por ende se puede potenciar y aprovechar la energía puesta en este campo para de manera profesional e interdiciplinariamente abordar a la persona obteniendo beneficios para el mismo que retroalimenten también al equipo de trabajo.
En este sentido Pilar Point Geis (2006), plantea “Hay que tener en cuenta que a partir de la jubilación se va a disponer de mucho tiempo libre y que será necesario saber ocuparlo con actividades formativas gratificantes físicas y psicológicamente”
La reacción a la jubilación varía de un sujeto a otro, dependiendo también de sus condiciones sociales. En el proceso de adaptación a esta nueva realidad Pilar Point Geis (2006) tomando como referencia a Harighuts distingue tres etapas:
  • Una etapa de dominio de la frustración y la ansiedad.
  • Una etapa de búsqueda del nuevo rol social.
  • Estabilización del nuevo rol encontrado.
En este proceso según esta autora los factores que más influyen son:
  • El estado de salud mental.
  • La autonomía económica.
  • Su integridad social.
  • La amplitud de intereses.

Aislamiento socio-familiar
En esta etapa de la vida se afronta nuevamente la soledad, ya que el núcleo familiar suele disolverse (síndrome del nido vacío) tanto como el núcleo laboral y social.
En el campo familiar este hecho en muchas ocasiones trae aparejado dos actitudes:
  • La utilización del estado salud-enfermedad para intentar reunir nuevamente el núcleo familiar en torno de esta realidad muchas veces magnificada o;
  • La readaptación a esta nueva realidad que produce un reacomodamiento de las piezas saludablemente dentro del sistema familiar.
Siguiendo con un aspecto importante de esta etapa de la vida que es la soledad (tanto familiar como social) la autora manifiesta “Uno de los problemas principales de la sociedad actual y especialmente de las personas mayores es la soledad. Esta cuando es mal llevada puede ser causa de multitud de enfermedades, y trastornos psíquicos”.
Por ende es importante ser consciente de este contexto en el cual abordamos al adulto mayor para entender mejor sus actitudes e incluso sus síntomas. Siendo un claro ejemplo de esto el concept de dolor total, es decir la influencias tanto somáticas, como psíquicas y afectivas dentro de la magnitud del dolor que se nos manifiesta, teniendo siempre presenta la característica subjetiva del mismo.

El tiempo libre
En nuestra sociedad actual existe una fuerte influencia negativa sobre el tiempo libre. Es decir durante las etapas anteriores de la vida se inculca socialmente la necesidad de estudiar, trabajar, mantenerse ocupado en actividades socialmente aceptadas para ser aceptado dentro de esta sociedad.
En este sentido tomado como referencia a esta autora no existe en español una palabra para designar este fenómeno social, cualitativo y cuantitativamente nuevo, que es el tiempo libre como actividad gratificante que repone de actividades rutinarias como las antes mencionadas. En este sentido se ha cargado de significados negativos y culposos al término ocio del latín “Otium” cuando en realidad debería entenderse al mismo como un espacio de tiempo para el desarrollo personal, donde las actividades placenteras predominen y permitan el conocimiento de otro ámbito de la vida.
Es en esta realidad social, que debemos entender ahora, que la persona en esta etapa de la vida pasa a tener mayor tiempo libre para no decir que todo su tiempo es prácticamente libre, es decir sin las responsabilidades y compromisos de las etapas anteriores.
Este aspecto es importante de abordar ya que una mala utilización del tiempo libre puede influir negativamente en los aspectos desarrollados en los párrafos anteriores.
Ahora si bien es cierto que las actividades del tiempo libre están muy condicionadas por la capacidad económica, la clase social a la que se pertenece, la cultura, la educación, los hábitos y la salud, es necesario guiar al adulto mayor para que teniendo en cuenta estos aspectos pueda aprovechar de este aspecto importante de esta etapa, para la promoción de la salud y la calidad de vida.



Envejecimiento y entrenamiento de la fuerza

El deterioro con la edad de la función muscular es uno de los principales factores que influyen en la disminución de la capacidad de vida independiente de las personas. El sistema neuromuscular en el hombre alcanza su plena madurez después de 20-30 años de desarrollo. Entre las décadas tercera y quinta, la manifestación máxima de la fuerza permanece estable o con reducciones poco significativas. Sin embargo, la mayoría de los autores señalan que al llegar a la frontera de los 60, comienza una etapa caracterizada por la reducción gradual de la fuerza máxima, que suele ser del orden del 30% al 40%. La disminución de la fuerza permanece constante hasta la octava década de vida, y a partir de esta edad se produce una mayor aceleración en la disminución. 
El proceso de envejecimiento estará asociado no sólo con la reducción de la fuerza máxima, sino también con la disminución en la capacidad del sistema neuromuscular para producir la fuerza explosiva. Esta disminución es incluso más drástica que la observada en la producción de fuerza máxima para el mismo grupo muscular y llega a ser aproximadamente de un 3.5% de pérdida al año, entre los 65 y 84 años. El deterioro de la fuerza y potencia muscular con la edad se produce esencialmente por una pérdida progresiva de masa muscular (sarcopenia) y/o pérdida selectiva, especialmente, de las fibras musculares tipo II, y/o con cambios en las características cualitativas del propio tejido muscular (e.g aumento del tejido grado y tejido conectivo). 
Además de la reducción de la masa muscular, los mecanismos involucrados en el proceso de la contracción muscular también se ven afectados con el envejecimiento, lo que contribuye sin duda a la pérdida de fuerza. Los efectos del entrenamiento de fuerza en personas de mediana y avanzada edad han sido estudiados con gran interés desde finales de los ochenta. 
Diversos estudios han mostrado que la realización de un entrenamiento sistemático de fuerza máxima se acompaña de incrementos significativos en la producción de fuerza, siempre y cuando la intensidad y duración del periodo de entrenamiento sean suficientes tanto en adultos jóvenes. Los incrementos de fuerza inducidos por el entrenamiento se asocian en las primeras semanas de entrenamiento principalmente a una adaptación en el sistema nervioso, ya sea por un aumento en la activación de la musculatura agonista o bien por cambios en los patrones de activación de la musculatura antagonista. Sin embargo, a partir de la semana 6-7 la hipertrofia muscular es un hecho evidente, aunque los cambios en los tipos de proteínas, tipos de fibras y síntesis de proteínas ocurran mucho antes.

viernes, 29 de julio de 2011

Imagen Social de la Vejez


Las actitudes de los miembros de una comunidad hacia los mayores se encuentran relacionadas en forma estrecha con la imagen que socialmente se mantiene de ellos, y esta imagen se relaciona, a su vez, con la posición social que las personas mayores disfrutan en dicha comunidad (García, 1999).
Estudios sobre estereotipos e imágenes de la vejez, concluyen que la percepción social sobre las personas mayores es básicamente negativa. La sociedad moderna, que sustenta valores orientados a la fuerza, la agilidad para el éxito y la conquista de bienes materiales, presenta a la vejez cada vez más como una suerte de desecho.
El concepto de lo “productivo –joven” que domina la política y el imaginario social, conlleva una idea de cuerpo, de belleza y de salud. Toda marca que deje la vida es desvalorizada, considerada inaceptable. Todo aquello que aleje a los individuos de la potencia física y material es considerado una enfermedad
y, por tanto, medicada.
Este modelo de juventud es además, intensamente fomentado por los medios de comunicación. Las personas mayores que no pueden cumplir con este mandato social viven bajo la amenaza de ser excluídos del sistema. Esta imagen basada en las carencias es una de las causas de la marginación social y se expresa en un rechazo o paternalismo discriminatorio. De acuerdo con el estudio de “Missing Voices” (OMS/INPEA, 2002) las experiencias de falta de respeto y prejuicios denunciadas por los participantes han de entenderse como la opinión de las personas mayores sobre lo que provoca otras formas de maltrato, pero también como una grave forma de abuso en sí misma. La falta de respeto es la manera más dolorosa de violencia psicológica según los participantes de edad avanzada en todos los países.
Mientras que los informes incluían unas cuantas historias dramáticas de maltrato físico y de abandono, las actitudes irrespetuosas, basadas en prejuicios e imágenes negativas, se consideraban algo universal. Sin embargo la preocupación pública y profesional sobre el atropello a las personas mayores se centra exclusivamente en su efecto más visible sobre la salud física. "La discriminación de edad esta presente en varias sociedades. La discriminación por edad y los estereotipos influyen sobre las actitudes y éstas, a su vez, afectan la forma en que las decisiones son tomadas y los recursos son asignados en el plano familiar, comunal, nacional e internacional” (HelpAge Internacional, 2001). Es por ello que indagar sobre los prejuicios y mitos vigentes ayuda a comprender el comportamiento de las sociedades y también las razones de los decisores. Y “comprender mejor” es un acertado camino para “hacer mejor”.

Los pre-juicios


Existen prejuicios todavía muy arraigados en nuestras culturas latinoamericanas.
- Los viejos no son capaces de aprender.
- Los viejos no se adaptan al cambio.
- Pobreza y vejez van juntas.
- Los viejos se vuelven niños.
- La sexualidad es cosa de jóvenes.
- Los viejos son de mal genio.
- Vejez es sinónimo de sabiduría.
- Vejez es sinónimo de enfermedad.
- La persona mayor no tiene futuro.
La imagen social influye de manera decisiva en distintos planos de la vida de los mayores: desde la oferta de políticas públicas a su favor y la valorización de su aporte a la sociedad, su inclusión en los medios de comunicación, en el consumo y en la educación, desde una visión positiva. O los estereotipos negativos que presentan a los ancianos como personas débiles, enfermas o incapaces de adaptarse a los cambios, planteando el envejecimiento como un nuevo problema social. El escaso, y distorsionado conocimiento del tema del envejecimiento y la vejez por parte de los gestores de políticas públicas, junto a la desinformación y proliferación de estereotipos al respecto, influye también de forma decisiva en la elaboración de planes, programas y normas que no se ajustan a las necesidades reales de las personas mayores.

viernes, 3 de junio de 2011

El autocuidado en los Adultos Mayores

El autocuidado está constituido por las acciones de cuidados que se proporciona una persona para tener una mejor calidad de vida y favorecer el mantenimiento de su salud. El estado de salud de una persona depende, en gran medida, de los cuidados que se brinde a sí misma, aunque por supuesto las condiciones de vida y el acceso a los servicios de salud son esenciales.
Es importante tener en cuenta los principios de autocuidados desarrollados por Ofelia Tobón Correa:

Principios para el autocuidado

El autocuidado es un acto de vida que permite a las personas convertirse en sujetos de sus propias acciones. Por lo tanto, es un proceso voluntario de la persona para consigo misma.
El autocuidado implica una responsabilidad individual y una filosofía de vida ligada a las experiencias en la vida cotidiana.
El autocuidado se apoya en un sistema formal como es el de salud e informal, con el apoyo social.
El autocuidado tiene un carácter social, puesto que implica cierto grado de conocimiento y elaboración de un saber y da lugar a interrelaciones.
Al realizar las prácticas de autocuidado, ya sea con fines protectores o preventivos, las personas siempre las desarrollan con la certeza de que mejorarán su nivel de salud.

Estos principios son rectores para el desarrollo de cualquier práctica de autocuidado y se han elaborado guías con el objetivo de colaborar con los adultos mayores y sus familiares en la promoción de la salud y la prevención de enfermedades, de manera de fortalecer y fomentar comportamientos y estilos de vida saludables tendientes a alcanzar el mayor grado de autonomía posible en cada etapa.

En artículos posteriores se presentarán las guías para las diferentes áreas.

viernes, 6 de mayo de 2011

Establización de la Zona Media. CORE

La principal función de la musculatura del tronco es el mantenimiento de la estabilidad del raquis, entendiéndose ésta como la habilidad para limitar patrones de desplazamiento bajo cargas fisiológicas de forma que prevenga la discapacidad por deformación o el dolor debido a cambios estructurales (Monfort, 2000).
El énfasis sobre la columna vertebral es debido a que se trata de una estructura ósea en forma de pilar que soporta todo el tronco. Constituye el eje principal del cuerpo y está constituida por un conjunto de elementos óseos o vértebras superpuestas y articuladas por una serie de estructuras discales y cápsulo-ligamentosas, cuya disposición asegura tres características fundamentales para su funcionalidad, como son dotar de rigidez suficiente para soportar cargas axiales, proteger estructuras del sistema nervioso central (médula, meninges y raíces nerviosas) y otorgar una adecuada movilidad y flexibilidad para los principales movimientos del tronco (Rodríguez, 1998; Pazos y Aragunde, 2000).
¿Qué es CORE?
Zona donde las demandas cotidianas exigen una adecuada activación muscular global para mantener unos adecuados niveles de estabilidad. Dicha estabilidad se consigue con activaciones moderadas y permiten mantener la curvatura lumbar fisiológica durante las tareas de la vida cotidiana (McGill 1999)
A nivel general, una adecuada y equilibrada zona media (CORE) supondrá:
  • Correcta estabilización del cuerpo de manera que los brazos y piernas puedan realizar cualquier movimiento teniendo como soporte a esta musculatura y forma una cadena muscular transmisora fuerzas entre piernas y brazos
  • Mejorará la eficiencia del movimiento
  • Mejorará el equilibrio y coordinación
  • Aumentará la firmeza postural y su control
  • Aumentará la fuerza y la flexibilidad a través del complejo lumbo-pélvico-cadera (Sacro-Ilíaco)
Los músculos del “núcleo” incluyen fundamentalmente al transverso abdominal, los músculos multífidos de la zona lumbar, y los músculos del piso pélvico.
Se ha conceptuado que la estabilidad mecánica de la columna vertebral, sobre todo en condiciones dinámicas y bajo cargas pesadas, es proporcionada por la columna lumbar y la coordinación muscular. Panjabi (Panjabi, 1992, 1994) conceptuó el sistema estabilizador de la columna en tres subsistemas en equilibrio:
1.     Subsistema de control (sistema nervioso)
2.     Subsistencia de estabilidad pasiva (vértebras, cuerpos vertebrales y ligamentos)
3.     Subsistemas de estabilidad activa ( músculos y tendones)
Cuando existe deficiencia en un subsistema los otros toman el relevo (Forte en Jiménez, 2005).
La base de esta metodología gira en torno a la realización de ejercicios con las extremidades superiores e inferiores con el fin de estabilizar la zona media para poder conseguir ejecutar el ejercicio. (Forte en Jiménez, 2005) Pero hay que entrenar buscando posiciones armónicas para evitar las lesiones (Devís y col, 2000)
Bergmark (1989) ha clasificado los músculos lumbares y abdominales de acuerdo a su función estabilizadora en 2 grandes grupos

Sistema estabilizador local
Intertransverso
Multifido
Longísimo del tórax (porción lumbar)
Iliocostal lumbar
Cuadrado lumbar (fibras medias)
Transverso del abdomen
Oblicuo externo (inserción fascia toracolumbar)

Sistema estabilizador Global
Longísimo del tórax (porción torácica)
Intercostal (porción torácica)
Cuadrado lumbar
Recto del abdomen
Oblicuo externo
Oblicuo interno
Bergmark A: Stability of the lumbar Spine. A Study in Mechanical Engineering. Acta Ortopaedica Scandinavica 230 (suppl). 1989

De esta manera, las grandes variaciones en las cargas externas que se presentan en las actividades básicas cotidianas pueden ser acomodadas por los músculos globales para que la carga resultante en la columna lumbar y sus segmentos sea mínima. Por lo tanto, las variaciones en la carga se mantienen pequeñas y viables para el sistema local. En los últimos años, ha existido un gran interés en el estudio de la relación del sistema local como factor etiológico en el dolor crónico y prevención de problemas a nivel de columna lumbar.
Tanto los componentes del subsistema estabilizador pasivo como los del activo están comandados por el centro de integración del SNC. El sistema propioceptivo integra al sistema estabilizador de Panjabi.
El sistema somatosensorial informa, mediante sus receptores distribuidos por todo el organismo, sobre la posición y el movimiento de las partes del cuerpo entre sí y en relación a su base de soporte. Esta información es muy precisa sobre los movimientos rápidos, como por ejemplo las modificaciones bruscas de la posición de las articulaciones en respuesta a perturbaciones de la superficie de soporte de los pies. Estas informaciones contribuyen a mantener el tono muscular y desencadenan la mayor parte de los reflejos somáticos que mantienen el equilibrio.
Un correcto y saludable acondicionamiento de la musculatura estabilizadora del caquis dorso-lumbar está basado en la aplicación de ejercicios que desencadenan una activación electro biográfica moderada y generan bajos niveles de estrés sobre las distintas estructuras vertebrales. (López, 2004)
Técnicas de fortalecimiento de la zona media
En el fortalecimiento muscular “clásico” mediante gimnasia abdominal y espinal se distinguen las técnicas globales, instrumentales y analíticas.
Sea cual sea el objetivo (corrección de un desequilibrio muscular, reacondicionamiento al esfuerzo o como parte de un método gimnástico de reeducación vertebral), las técnicas utilizadas deben seguir las reglas de progresión de fortalecimiento muscular:
·        Del trabajo analítico al global, y de este al funcional.
·      De la posición acostada, en la que los obstáculos son mínimos, a la posición de pie, hasta su integración en un patrón de gestos.
·  Del trabajo isométrico al dinámico, concéntrico o excéntrico en función de la especificidad de cada músculo o grupo muscular.
La intensidad, las posiciones de partida, los brazos de palanca y la amplitud de movimiento, se controlan de forma permanente y se respetan los tiempos de recuperación para evitar sobrecargas osteoarticulares y/ó episodios dolorosos.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Tratamiento de una fractura de cadera

La fractura de cadera se manifiesta por la rotura del fémur, el hueso encargado de la articulación en esta zona del cuerpo.
Es una lesión que generalmente se da en las personas mayores, producto del desgaste sufrido por el paso de los años en los que el hueso estuvo en una posición inadecuada.
Estos tipos de fracturas son lesiones graves que producen un fuerte dolor y en las cuales se debe intervenir quirúrgicamente de manera urgente.
Los dos tipos de fractura de cadera mas comunes son la fractura del cuello del fémur y la fractura intertrocantérica, donde el caso de la ruptura del cuello es más complejo por no permitir el adecuado flujo de sangre a la cabeza del fémur.
La osteoporosis es reconocida como una de las causas principales por la que se produce una lesión de este tipo.
Las mujeres son más proclives a sufrir osteoporosis, enfermedad que se produce por la menor generación de minerales en los huesos, debilitándolos y causando la disminución de calcio en ellos.
Además del desgaste natural hay algunos factores que pueden favorecer a que se produzca una fractura de cadera como:

- Consumo de alcohol y cafeína
- Sedentarismo y bajo peso
- Problemas relacionados con la vista
- El tabaquismo

El tratamiento médico más común y recomendado es la cirugía que procura aliviar el dolor y que el paciente pueda volver a movilizarse normalmente.
Del mismo modo que sucede con otras operaciones, se pueden aplicar en los huesos ciertos materiales metálicos para fortalecer y estabilizar la articulación.
Cuando no se llega a producir una fractura de cadera y simplemente se trata de una luxación, significa que no hay una rotura sino un desplazamiento o dislocación en el fémur; sucede varias veces en los recién nacidos.

Fractura de cadera, prótesis y rehabilitación

Hay casos en los que los médicos aconsejan la colocación de una prótesis que sustituye totalmente a los huesos dañados, siendo casos donde la lesión es de una complejidad elevada.
Tratamiento de una fractura de cadera

Rehabilitación de una fractura de cadera
La artrosis es una de las causas que afecta a personas de mediana edad y adultos mayores, con la aparición de dolencias y problemas para caminar los cuales se solucionan mediante la prótesis de cadera.
El cirujano ortopédico es quien realiza el diagnóstico definitivo y el que aconseja cual es la mejor solución ante una fractura de cadera, siendo en la actualidad la aplicación de prótesis uno de los procedimientos más comunes y seguros.
La rehabilitación tras una intervención de esta índole es lenta y se deben realizar sesiones de fisioterapia para que el cuerpo vaya asimilando la prótesis que se colocó. 

Estudio vincula las fracturas de cadera con mayor riesgo de ACV

Traducido del inglés: martes, 11 de enero, 2011

NUEVA YORK (Reuters Health) - Sufrir un accidente cerebrovascular (ACV) eleva el riesgo de tener una fractura de cadera, o viceversa, según indicó un nuevo estudio.
La investigación halló que los pacientes con una fractura de cadera tenían un 50 por ciento más riesgo de desarrollar un ACV al año de la lesión que las personas sin fracturas.
De todos modos, esto no es suficiente como para asegurar que las fracturas de cadera, que generan más de 320.000 hospitalizaciones por año en Estados Unidos, pueden causar un ACV.
"El riesgo de sufrir una fractura de cadera es alto en las personas que tuvieron un ACV. Pensábamos que era porque los ACV aumentan el riesgo de sufrir caídas y pérdida ósea", dijo por el doctor Steven Cummings, de la University of California en San Francisco.
"Este nuevo estudio me hace pensar que las fracturas de cadera y los ACV se deben en parte al envejecimiento", agregó Cummings, que no participó en el estudio.
El equipo de Jiunn-Horng Kang, de la Universidad Nacional de Taiwán, en Taipei, estudió a unos 8.400 pacientes taiwaneses de alrededor de 64 años.
El 4,1 por ciento de los 256 pacientes que tuvieron un ACV en un año había sufrido una fractura de cadera previa, a diferencia del 2,7 por ciento del grupo sin la fractura. Eso representa un 50 por ciento más riesgo de sufrir un ACV después de la lesión.
Esa diferencia en la vulnerabilidad se mantuvo aún tras considerar otros factores de riesgo de ACV, como la diabetes y la enfermedad cardíaca.
Con todo, la causa del aumento del riesgo se desconoce, publica el equipo en la revista Stroke. Los autores lo atribuirían al papel potencial de la inactividad física y el estrés psicológico que provoca una fractura de cadera y las complicaciones que pueden aparecer en la internación y la cirugía.
Para Cummings, podría existir también "una causa común oculta". El experto dijo: "Sabemos que las personas con enfermedad cardiovascular tienen menor densidad ósea y la mayoría de los estudios demuestran que la baja densidad ósea está asociada con un aumento del riesgo de morir por un ACV".
Para reducir el riesgo de ACV después de una fractura, Cummings recomendó tomar una aspirina infantil por día y controlar la presión con medicamentos, ejercicio y poco alcohol y sal en las comidas.
"Los pacientes con fractura de cadera deberían recibir atención primaria, no sólo una reparación ortopédica", agregó Cummings.
FUENTE: Stroke, online 23 de diciembre del 2010
Reuters Health
 

TRASTORNOS DE MARCHA EN ADULTOS MAYORES


Los trastornos de la marcha son una problemática importante en los pacientes Adultos mayores. En efecto, con mucha frecuencia tienen por consecuencia la caída o mejor dicho las caídas. Es tan importante que los estudios revelan que un tercio de las personas de 65 años se caen por lo menos una vez al año. Afortunadamente muy pocas de estas caídas se traducen en las temidas fracturas de las cadera, pero ocasionan casi siempre dolor, hematomas, contusiones diversas y una inseguridad que puede dificultar mas todavía la marcha, e influir directamente sobre la calidad de vida de la persona. Los factores son múltiples, ya sea relacionado con enfermedades, secundarios a los remedios, o sencillamente relacionado al envejecimiento. Este último tiene que ver con una disminución de la sensibilidad, un enlentecimiento de los reflejos “paracaídas” que permiten reaccionar correctamente a un desequilibrio, o los problemas de pie de la persona de la tercer edad como son la disminución del espesor de la piel, la sequedad que fragiliza la piel, heridas etc.
Para mejorar estos trastornos de la marcha, es importante consultar a su médico geriatra con el fin de tener un diagnóstico apropiado de la causa y tomar las medidas médicas necesarias. Esta atención se vuelve imperativa después de la primera caída para tratar de evitar que se repita.
Si bien es cierto que la evaluación médica es fundamental, existen medidas tan simples como importantes que el paciente como su familia puede tomar para disminuir varios factores de riesgo. En efecto, la gran mayoría de las caídas tienen lugar en el domicilio y basta con hacer algunos cambios en su casa para evitar las situaciones de desequilibrio que van a ocasionar caídas.

Liberar los espacios del andar habitual: alfombras resbaladizas, parquet defectuoso, cables eléctricos molestos.
Mantener una buena iluminación: en el día si necesario, en la noche para ir a los baños, instalar cintas luminosas para delimitar el trayecto, en las escalas...
Mejorar los sanitarios: antideslizante en la tina, elevar el excusado, instalar una silla en la ducha.
Instalar puntos de apoyo: fijar los pequeños muebles, instalar barras para enderezarse en los sanitarios.
 
Otro elemento de importancia capital para mejorar los trastornos de la marcha consiste en el ejercicio físico. En efecto, la perdida de la fuerza muscular no es irremediable en las personas de mayor edad y se ha demostrado que el fortalecimiento muscular es posible y real cualquiera sea la edad. Hacer una caminata de 25 minutos tres veces por semana es ya de gran ayuda para las personas que pueden hacerlo. Participar de un taller especializado con profesores de Educación Física o kinesiólogos es mejor todavía porque permite personalizar los ejercicios de acuerdo a las necesidades individuales y problemas particulares de cada adulto mayor, tener buen rendimiento, y aprender. 
En este sentido la Técnica de ejercicios Pilates ofrece grandes ventajas sobre otras técnicas de ejercicios, no tiene impacto, se trabaja con implementos que permiten neutralizar las fuerzas distractivas (como la gravedad), es una gimnasia asistida con objetivos específicos individuales, se mejora la técnica respiratoria, la concentración y la propiocepción, que no es otra cosa que la percepción de nuestro cuerpo en el espacio y consigo mismo. Los beneficios se ven en el corto plazo, en una mayor autonomía física y mental, mejor control de los movimientos, la fuerza y la postura, menos dolores asociados a la inmovilidad, mejoras en el sueño, la memoria, el tránsito intestinal y la autoestima entre otras, al percibir el adulto mayor que es capaz por si mismo y con su esfuerzo, de lograr importantes cambios en su condición.